lunes, 30 de abril de 2012

O p i n i ó n Por CHEMA SÁNCHEZ Belén Cobaleda: Madrid-Nueva York


El legendario Concorde creó una línea todavía no superada para unir París y Nueva York con unos vuelos que reducían el tiempo de los mismos a la mitad y elevaban la altura del nivel de vuelo al doble. Aquella
novedad apenas se mantuvo 25 años en el cielo y en el 2003 se clausuró la línea que unía el Charles de Gaulle con el JFK. Ahora nos ha llegado a la sala de exposiciones de La Salina una muestra que firma Belén Cobaleda García-Bernalt, una joven pintora con apellidos ganaderos y musicales, que cuelga una serie de obras con inspiración en los paisajes urbanos de Madrid y Nueva York. No ha rehuido los tamaños de formato más que notable y en todas sus obras sobrevuela una atmósfera de evocadora nostalgia. Al paisaje urbano le pasa lo mismo que al retrato, no admite trucos. De ahí su dificultad. Paisajes tradicionales,
bodegones, marinas, escenas narrativas o históricas, son susceptibles del adorno o de actitudes escapistas, en las que el pintor se alivia jugando con gamas cromáticas o compositivas. El paisaje urbano, cuando se afronta, como en este caso, con el rigor que preside estas obras, se convierte en un culto a la perspectiva
y al juego y recreo de los volúmenes que adquieren un particular y sutil ambiente. El gigantismo de alguno de los edificios del paisaje en ocasiones se minimiza hasta convertirse en una delicadeza que apenas se vislumbra en la neblina del horizonte.

El tono monocromo y uniforme que preside la exposición,la atmósfera íntima que crea a veces, estalla cuando unas gotas de color se transforman en una llamarada, en un grito colgado en la pared que no deja indiferente al espectador. Hay mucha fuerza en esas calles que parecen estrellarse contra el muro de los rascacielos y un contrapunto de ternura en esos extrarradios o alrededores urbícolas en los que se rompe la línea del horizonte con la silueta de unas torres a las que la distancia ha suavizado su desproporcionado gigantismo. Estamos ante una pintura seductora, que te va ganando conforme avanzas por el recorrido de la exposición y que te acaba haciendo jugar en su campo y con sus reglas. Hace falta mucha seguridad y una total convicción para mantener la misma línea creativa, sin salirse para nada del guión, y adentrarte paulatinamente en un camino que acaba llevándote al mundo de las cosas
bien concebidas y perfectamente rematadas.

Madrid y Nueva York, aunque estos dos temas hayan podido ser tan sólo un pretexto, se encuentran ahora bastante más cerca, como consecuencia del trato que les ha dado Belén Cobaleda. A pesar de la distancia y de las diferencias de estas dos ciudades, todo queda igualado cuando la artista traslada al lienzo rincones o espacios emblemáticos. Una técnica depurada y
unos trazos tan sueltos que amenazan con escaparse del cuadro, hacen el milagro de fundir en una misma sensación dos ambientes totalmente diferentes. Todo parece captado con una misma intención y todo ha sido dispuesto para que el espectador acerque su ojo critico o bata palmas si le produce la satisfacción
que a mí me produjo.

O p i n i ó n Por CHEMA SÁNCHEZ
Belén Cobaleda: Madrid-Nueva York

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